sábado, 12 de febrero de 2011

ventana ajena

Despertaba con miedo, mirando a mi alrededor perdida, no podía reconocer en qué lugar me encontraba, quería correr a esconderme a la cama de mis padres o a la de mi abuela pero no sabía si la ventana que brillaba frente a mi era la de mi cuarto o la de ellos, tardaba en entenderlo, respiraba rápido y al final me largaba a gritar, aumentando el volumen paulatinamente hasta acabar llorando a todo pulmón. Con lo años, fui aprendiendo que podía molestar a un posible malintencionado que se hubiera colado en mi casa si gritaba, y me paralizaba al despertar, con los ojos cerrados, fingiendo respirar tranquila, durante horas, esperando que alguien atravesara la pieza para ir al baño y yo pedir auxilio, esperando con el corazón golpeando tan fuerte que el ruido se confundía con una lejana tormenta, con un lejano estremecimiento que se acercaba. Pero nunca pasó nada. La mayor parte de las veces desperté horas después por el sonar de la aspiradora o cogiendo fuerzas partí corriendo a esconderme bajo un cobertor ajeno.

No hay comentarios: